Después de leer varios
textos, artículos, ideas, blogs... de otros compañeros de aventura,
me parecía un poco repetitivo y hasta cansino volver a seleccionar
un ejemplo de Gobierno abierto, describirlo, identificar sus ventajas
y dar mi opinión sobre su aplicación en el organismo en el que
trabajo. Así que, espero que con el permiso de los profes, voy a
modificar un poco la tarea y voy a exponer como veo yo, desde mi
posición de ciudadana común y corriente, este tema del Gobierno
abierto.
La idea de Gobierno
abierto para mi es relativamente reciente, quizás se ideara antes,
pero los ciudadanos de a pie no le prestamos ninguna atención hasta
que llegó la crisis económica y social, que se inició en 2007 y
que todavía seguimos sufriendo, por mucho que “algunos” utilicen
los tiempo verbales del pasado para referirse a ella.
Mientras los gobiernos
de los dos colores malgastaban el dinero público en obras faraónicas
e infraestructuras sin utilidad, (aeropuertos sin aviones, estaciones
del ave en pueblos perdidos, organismos administrativos inservibles
en los que colocar a la clientela....), de las que en el reparto
obtenían sus buenas comisiones, los bancos animaban a la gente a
firmar su sentencia de muerte en forma de hipoteca envuelta en papel
de celofán y los ciudadanos nos dejábamos engañar por ambos,
creyendo que esta situación de bonanza sería eterna, y viviendo
según las reglas de la picaresca española (trabajando en negro más
que en blanco), nuestra mayor preocupación, desgraciadamente, era
quién iba a ganar la liga. La idea del gobierno abierto, ni se nos
pasaba por la imaginación.
Pero como dice la
canción, “todo tiene su fin”. El fin empezó en EEUU, en 2007, y
como suele ocurrir, pocos meses después llegó a Europa, y aterrizó
en España, que al ser una de las economías más débiles, junto con
Grecia, Irlanda y Portugal, se estrelló sin remedio. Las
consecuencias de la crisis, creo que no es necesario que las enumere,
todos, de una manera u otra, la hemos padecido y muchos todavía la
siguen sufriendo.
La primera reacción del
equipo de gobierno español en ese momento fue la negación.
Posteriormente, empezaron a admitir lo que ya era evidente, que la
economía española no sólo se había frenado, es que había
retrocedido y la deuda, del Estado y de los ciudadanos empezó a
crecer. Pero a pesar de ello sólo se pararon las inversiones y se
realizaron algunos ajustes que afectaron principalmente a los
trabajadores del sector público. Al fin y al cabo, lo que estaba
sucediendo era “culpa de los funcionarios” o así se lo vendieron
a una ciudadanía cada vez más asustada.
En el año 2009, y de
nuevo en EEUU, el Presidente Obama, con su “Open Government
Directive”, rescató o reinventó la idea del Gobierno abierto,
basado en tres pilares: transparencia en la gestión pública,
participación de la ciudadanía en la toma de decisiones y
colaboración entre todos los sectores, como instrumento para salir
de la crisis y crear futuro. En poco tiempo, y gracias las nuevas
tecnologías y las redes sociales, estas ideas también llegaron a
nuestro país.
Pero en contra de los
piensan muchos autores, que afirman que fueron los gobiernos
(central, autonómicos y locales) los que iniciaron la senda del
gobierno abierto con las leyes y portales sobre la transparencia, en
mi opinión, en España fue la participación, o mejor, el deseo de
participación, el primer pilar que se asentó.
Así, en mayo del 2011,
en vísperas de las elecciones municipales, un grupo muy heterogéneo
de ciudadanos, heterogéneo por su edad, sus ideas políticas y su
situación económica, aunque en su mayoría procedían de las
llamadas clases medias, en los que se cebó la crisis, hartos de la
situación, decidieron salir a la calle a manifestar pacíficamente
sus ideas, utilizando las plazas como foros, como en la antigüedad
pero convocados por móvil. Se les denominó “el movimiento 15M”.
Las elecciones
municipales pasaron y llegaron las generales. El gobierno cambió de
color. Cuando se sentaron a ver en qué situación se encontraba
realmente el país y vieron la ruina que teníamos encima, acentuada
por las exigencias de Europa (principalmente de Alemania), elaboraron
un plan de ajuste brutal, en el que no se tuvo en cuenta a los
ciudadanos y cuyo único mérito es que todavía podemos decir “en
Grecia están peor”.
Estos ajustes, sumados a
los casos de corrupción de todos los colores que a diario salían en
las noticias, hicieron que los ciudadanos empezaran a exigir saber en
qué se gastaban los gobiernos de nuestro país el dinero, es decir,
a exigir transparencia en la gestión pública, segundo pilar que se
asentó del concepto de Gobierno abierto.
Por ello los gobiernos
de este país (central, autonómicos y locales), ante las “demandas
de la sociedad”, aprobaron leyes de transparencia y pusieron en
marcha los Portales de Transparencia. Pero estos portales, que el
primer día se colapsaban de visitas de ciudadanos que querían saber
cuánto ganaban nuestros representantes políticos y cuántos coches
oficiales tenían, hoy ya pasan totalmente desapercibidos. No
contienen información relevante.
Pero el interés de
participar en la toma de decisiones se sigue manteniendo. Somos
muchos los ciudadanos a los que nos gustaría que nuestra opinión,
siempre que fuera coherente, fuese escuchada. Y entre ellos, hay
muchos empleados públicos. Al fin y al cabo somos quienes aplicamos
(nos gusten o no) con objetividad e imparcialidad, las normas y
proyectos aprobados por nuestros representantes políticos y los que
damos la cara y las explicaciones a los ciudadanos.
Esta participación de
los empleados públicos en la toma de decisiones, previa a la
gestión, es una de las innovaciones que se podrían producir en el
sector público español. Si el político y sus asesores, que diseñan
“su proyecto” en su despacho acristalado, lejos de la calle,
aplicando todavía el viejo principio del siglo XVIII, “todo para
el pueblo, pero sin el pueblo”, antes de ponerlo en práctica nos
consultaran, por un parte a los funcionarios que vamos a ponerlo en
práctica, y por otro a los ciudadanos que van a sufrirlo, a lo mejor
se cometían muchos menos errores y se gestionaban los escasos
recursos económicos para obtener un beneficio común mucho mayor.
Y en eso estamos, los
gobiernos de nuestro país (central, autonómicos y locales),
centrados en su pilar de transparencia, la ciudadanía, o al menos
parte, exigiendo una mayor participación en la toma de decisiones,
y en cuanto a la colaboración.......parece que este pilar está
todavía por llegar.
Se admiten críticas
constructivas.
haydee
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