martes, 17 de mayo de 2016

Gobierno abierto: una opinión personal




Después de leer varios textos, artículos, ideas, blogs... de otros compañeros de aventura, me parecía un poco repetitivo y hasta cansino volver a seleccionar un ejemplo de Gobierno abierto, describirlo, identificar sus ventajas y dar mi opinión sobre su aplicación en el organismo en el que trabajo. Así que, espero que con el permiso de los profes, voy a modificar un poco la tarea y voy a exponer como veo yo, desde mi posición de ciudadana común y corriente, este tema del Gobierno abierto.

La idea de Gobierno abierto para mi es relativamente reciente, quizás se ideara antes, pero los ciudadanos de a pie no le prestamos ninguna atención hasta que llegó la crisis económica y social, que se inició en 2007 y que todavía seguimos sufriendo, por mucho que “algunos” utilicen los tiempo verbales del pasado para referirse a ella.

Mientras los gobiernos de los dos colores malgastaban el dinero público en obras faraónicas e infraestructuras sin utilidad, (aeropuertos sin aviones, estaciones del ave en pueblos perdidos, organismos administrativos inservibles en los que colocar a la clientela....), de las que en el reparto obtenían sus buenas comisiones, los bancos animaban a la gente a firmar su sentencia de muerte en forma de hipoteca envuelta en papel de celofán y los ciudadanos nos dejábamos engañar por ambos, creyendo que esta situación de bonanza sería eterna, y viviendo según las reglas de la picaresca española (trabajando en negro más que en blanco), nuestra mayor preocupación, desgraciadamente, era quién iba a ganar la liga. La idea del gobierno abierto, ni se nos pasaba por la imaginación.

Pero como dice la canción, “todo tiene su fin”. El fin empezó en EEUU, en 2007, y como suele ocurrir, pocos meses después llegó a Europa, y aterrizó en España, que al ser una de las economías más débiles, junto con Grecia, Irlanda y Portugal, se estrelló sin remedio. Las consecuencias de la crisis, creo que no es necesario que las enumere, todos, de una manera u otra, la hemos padecido y muchos todavía la siguen sufriendo.

La primera reacción del equipo de gobierno español en ese momento fue la negación. Posteriormente, empezaron a admitir lo que ya era evidente, que la economía española no sólo se había frenado, es que había retrocedido y la deuda, del Estado y de los ciudadanos empezó a crecer. Pero a pesar de ello sólo se pararon las inversiones y se realizaron algunos ajustes que afectaron principalmente a los trabajadores del sector público. Al fin y al cabo, lo que estaba sucediendo era “culpa de los funcionarios” o así se lo vendieron a una ciudadanía cada vez más asustada.

En el año 2009, y de nuevo en EEUU, el Presidente Obama, con su “Open Government Directive”, rescató o reinventó la idea del Gobierno abierto, basado en tres pilares: transparencia en la gestión pública, participación de la ciudadanía en la toma de decisiones y colaboración entre todos los sectores, como instrumento para salir de la crisis y crear futuro. En poco tiempo, y gracias las nuevas tecnologías y las redes sociales, estas ideas también llegaron a nuestro país.

Pero en contra de los piensan muchos autores, que afirman que fueron los gobiernos (central, autonómicos y locales) los que iniciaron la senda del gobierno abierto con las leyes y portales sobre la transparencia, en mi opinión, en España fue la participación, o mejor, el deseo de participación, el primer pilar que se asentó.

Así, en mayo del 2011, en vísperas de las elecciones municipales, un grupo muy heterogéneo de ciudadanos, heterogéneo por su edad, sus ideas políticas y su situación económica, aunque en su mayoría procedían de las llamadas clases medias, en los que se cebó la crisis, hartos de la situación, decidieron salir a la calle a manifestar pacíficamente sus ideas, utilizando las plazas como foros, como en la antigüedad pero convocados por móvil. Se les denominó “el movimiento 15M”.

Las elecciones municipales pasaron y llegaron las generales. El gobierno cambió de color. Cuando se sentaron a ver en qué situación se encontraba realmente el país y vieron la ruina que teníamos encima, acentuada por las exigencias de Europa (principalmente de Alemania), elaboraron un plan de ajuste brutal, en el que no se tuvo en cuenta a los ciudadanos y cuyo único mérito es que todavía podemos decir “en Grecia están peor”.

Estos ajustes, sumados a los casos de corrupción de todos los colores que a diario salían en las noticias, hicieron que los ciudadanos empezaran a exigir saber en qué se gastaban los gobiernos de nuestro país el dinero, es decir, a exigir transparencia en la gestión pública, segundo pilar que se asentó del concepto de Gobierno abierto.

Por ello los gobiernos de este país (central, autonómicos y locales), ante las “demandas de la sociedad”, aprobaron leyes de transparencia y pusieron en marcha los Portales de Transparencia. Pero estos portales, que el primer día se colapsaban de visitas de ciudadanos que querían saber cuánto ganaban nuestros representantes políticos y cuántos coches oficiales tenían, hoy ya pasan totalmente desapercibidos. No contienen información relevante.

Pero el interés de participar en la toma de decisiones se sigue manteniendo. Somos muchos los ciudadanos a los que nos gustaría que nuestra opinión, siempre que fuera coherente, fuese escuchada. Y entre ellos, hay muchos empleados públicos. Al fin y al cabo somos quienes aplicamos (nos gusten o no) con objetividad e imparcialidad, las normas y proyectos aprobados por nuestros representantes políticos y los que damos la cara y las explicaciones a los ciudadanos.

Esta participación de los empleados públicos en la toma de decisiones, previa a la gestión, es una de las innovaciones que se podrían producir en el sector público español. Si el político y sus asesores, que diseñan “su proyecto” en su despacho acristalado, lejos de la calle, aplicando todavía el viejo principio del siglo XVIII, “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, antes de ponerlo en práctica nos consultaran, por un parte a los funcionarios que vamos a ponerlo en práctica, y por otro a los ciudadanos que van a sufrirlo, a lo mejor se cometían muchos menos errores y se gestionaban los escasos recursos económicos para obtener un beneficio común mucho mayor.

Y en eso estamos, los gobiernos de nuestro país (central, autonómicos y locales), centrados en su pilar de transparencia, la ciudadanía, o al menos parte, exigiendo una mayor participación en la toma de decisiones, y en cuanto a la colaboración.......parece que este pilar está todavía por llegar.

Se admiten críticas constructivas.

haydee






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